Soldados españoles en Dinamarca 1808 (...)
El marqués de la Romana, Pedro Caro y Sureda, se encuentra en julio de 1808, dos meses después del levantamiento del 2 de mayo, en el puerto danés de Nyborg al frente de 14.000 soldados al servicio de Napoleón en virtud del Tratado de San Ildefonso que obliga a ambos países a prestarse ayuda. El Emperador francés quiere que el cuerpo expedicionario español proteja el norte de Alemania de los ataques ingleses y lidere la conquista de la rebelde Suecia.
De paso, aleja de España a una buena parte de sus tropas (uno de cada diez soldados y el 25% de la Caballería) en previsión de tomar sin oposición el país.
Los sucesos de Madrid lo complicarán todo y obligarán al alto mando francés a emprender la imposible misión de meter en una "urna" a los 14.000 hombres de La Romana. Se inicia así un delicado pulso entre el marqués y el mariscal francés Bernadotte, encargado de la expedición contra Suecia y futuro Rey de este país. Por lo pronto, Bernadotte interrumpe la llegada del correo y los periódicos a los soldados españoles. Las pocas cartas que pasan el filtro están abiertas. «Sólo llegaron a nuestras manos abiertas las que no pudieran alarmarnos», admite el coronel O`Donnell, ayudante del marqués de La Romana. Pese a todo, algunos soldados se enteran de lo ocurrido y la noticia corre como la pólvora. Bernadotte decide coger el toro por los cuernos y comunica al marqués que sus hombres deberán jurar fidelidad a José I y refrendarlo con vivas al Rey y tres descargas cerradas de fusilería. Caro y la mayor parte de su Ejército se niegan a hacerlo, hasta que la mecha estalla, en forma de motín, en el pequeño pueblo de Roskilde. Nueve mil (9.000) lo consiguen Y aquí es donde, quién lo iba a decir, entra en escena el Cid para conseguir la segunda victoria póstuma después de aquella que, en el año 1099, hizo correr despavoridos a los moros. El sacerdote-espía Robertson ha sido enviado por el ex embajador inglés en España John Frere, amigo personal del marqués de La Romana, para informarle de que barcos británicos arribarán a la costa danesa para rescatar a sus hombres. Frere sabe que Pedro Caro pedirá una prueba de autenticidad, y le recita un verso del Cantar del mío Cid sobre el que ambos discutieron años antes en Madrid. El plan está en marcha. La Romana envía órdenes secretas para que todos sus regimientos se concentren alrededor del puerto de Nyborg con la excusa de convencerles para que presten el juramento a José I. 9.000 soldados logran evadir las sospechas francesas y embarcar rumbo a España. El resto se quedará en tierra por la indecisión de sus superiores o por la traición de uno de ellos, Juan Kindelán, que eligió aquel día para "salir del armario" y confesar que era un afrancesado.
(Periódico La Razon, 14 de Julio 2008).
De paso, aleja de España a una buena parte de sus tropas (uno de cada diez soldados y el 25% de la Caballería) en previsión de tomar sin oposición el país.
Los sucesos de Madrid lo complicarán todo y obligarán al alto mando francés a emprender la imposible misión de meter en una "urna" a los 14.000 hombres de La Romana. Se inicia así un delicado pulso entre el marqués y el mariscal francés Bernadotte, encargado de la expedición contra Suecia y futuro Rey de este país. Por lo pronto, Bernadotte interrumpe la llegada del correo y los periódicos a los soldados españoles. Las pocas cartas que pasan el filtro están abiertas. «Sólo llegaron a nuestras manos abiertas las que no pudieran alarmarnos», admite el coronel O`Donnell, ayudante del marqués de La Romana. Pese a todo, algunos soldados se enteran de lo ocurrido y la noticia corre como la pólvora. Bernadotte decide coger el toro por los cuernos y comunica al marqués que sus hombres deberán jurar fidelidad a José I y refrendarlo con vivas al Rey y tres descargas cerradas de fusilería. Caro y la mayor parte de su Ejército se niegan a hacerlo, hasta que la mecha estalla, en forma de motín, en el pequeño pueblo de Roskilde. Nueve mil (9.000) lo consiguen Y aquí es donde, quién lo iba a decir, entra en escena el Cid para conseguir la segunda victoria póstuma después de aquella que, en el año 1099, hizo correr despavoridos a los moros. El sacerdote-espía Robertson ha sido enviado por el ex embajador inglés en España John Frere, amigo personal del marqués de La Romana, para informarle de que barcos británicos arribarán a la costa danesa para rescatar a sus hombres. Frere sabe que Pedro Caro pedirá una prueba de autenticidad, y le recita un verso del Cantar del mío Cid sobre el que ambos discutieron años antes en Madrid. El plan está en marcha. La Romana envía órdenes secretas para que todos sus regimientos se concentren alrededor del puerto de Nyborg con la excusa de convencerles para que presten el juramento a José I. 9.000 soldados logran evadir las sospechas francesas y embarcar rumbo a España. El resto se quedará en tierra por la indecisión de sus superiores o por la traición de uno de ellos, Juan Kindelán, que eligió aquel día para "salir del armario" y confesar que era un afrancesado.
(Periódico La Razon, 14 de Julio 2008).
Etiquetas: 1808-1814, Afrancesados, Franceses, Guerra de la Independencia, Soldados
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